Los Soldaditos de Dios
Lamberto HERNANDEZ MENDEZ
ZACÁN (Los Reyes), Mich.- Una de las
tradiciones poco conocidas, es la que se celebra en esta comunidad la noche de
los fieles difuntos; una tradición que se cumple marcialmente desde hace muchos
años y que no ha sido difundida, tal vez por ignorar su origen y el
significado. Son pocas las personas que pueden platicar por qué un grupo de
jóvenes conocida como cuadrilla, al mando de un comandante y un capitán, marchan
y corren llevando en sus manos un arote simulando un arma larga, para visitar
la casa de los difuntos que han dejado este mundo terrenal durante el último
año.
Yo mismo ignoraba este significado por lo que
tuve que apoyarme con un amigo de la infancia, compañero en la primaria y amigo
de siempre, Arturo Oseguera Huanosto, quien ha realizado una investigación
sobre Los Soldaditos, una especie de ensayo y con bibliografía del libro La Relación de Michoacán, de
Fray Jerónimo de Aguilar.
“… El espíritu indígena en busca de la mejor
ruta de traslado hacia los ignotos lugares de allende la muerte. Dado que esto
de la vida y la muerte sigue así, San Pedro Zacán no es la excepción. Ahora que
se establecen días de guardar, días feriados, días para esto o lo otro; con la
cercanía del uno y dos de noviembre, San Pedro Zacán se prepara para, unido,
tratar de encontrar el sendero más propicio para el descanso eterno de las
almas de sus difuntos. Todos participarán, unos con las acostumbradas ofrendas
de frutas, pan o licores del gusto, otros con la preparación de los nacatamales que se habrán de repartir
a los acompañantes, otros pondrán la música, los más, a hacer el
recorrido por todo el poblado. Pero, sobre todo, se preparan los que habrán de
representar a las almas”, dice en su introducción Arturo Oseguera Huanosto.
Y agrega: “Desde el tiempo todo, nadie lo
recuerda con claridad, ya se tomaba al soldado como figura representativa de
las almas zacanenses en el viaje que ellas hacen para encontrarse en el mar del
olvido-reposo. A esas almas en pena, algo las debe caracterizar; justamente las
acciones de la soldadesca en las batallas, hacen las veces de nuestras almas.
Tal vez porque a los españoles-soldados, cuando la susodicha conquista, se les
permitía –con cierta aura de divinidad–, cualquier acción sin que nada ni nadie
pudiera reprenderles por su proceder. O bien, porque el soldado simbolizaba
para los indígenas la cercanía con la disciplina, tal vez rectitud, quizá
entereza, determinación y fuerza. De allí el disfraz de alma-soldado. El
agregado se concentra en las cosas que más amaba en vida el difunto:
comidas, bebidas y música de su preferencia”.
– Señor,
por aquí has de ir. Mira, no pierdas el camino.
De esta
manera se iba diciendo al gran Cazonci, después de que éste moría. Llevábanle a
media noche por toda la población con trompetas y grandes ochones de ocote;
todos señalando el camino que el alma del Señor debía de seguir en su camino
sin regreso. DE AGUILAR Fray Jerónimo. La Relación de Michoacán.
“Caído el sol del uno de noviembre los señores
jóvenes se reúnen en la plaza; los músicos se buscan para acompañar a los soldaditos y los vecinos del
poblado se concentran para atestiguar la conformación de la cuadrilla: los más
rápidos, los más fuertes, los más intrépidos. Sólo once soldados, un comandante
y el capitán. El pelotón necesita armas, éstas se obtendrán de los arotes (cañuelas) que han dejado
las primeras cosechas de maíz en los solares. Armados para defender su
condición, con su porte de militares y sus armas al hombro, hacen las primeras
demostraciones de fuerza, arrojo y disciplina en la explanada de la plaza. Las
almas se concentran en el centro de la vida cotidiana: la plaza del pueblo”.
– ¡Cuéntense! – ha dicho el capitán a los
soldaditos, ¡Números! –, termina diciendo al comprobar que están completos y
que se puede iniciar el recorrido por la población.
Prosigue Oseguera Huanosto que, “visitarán las
casas de los difuntos nuevos del ciclo que se cierra con el noviembre actual.
Se han puesto de acuerdo con el director de la banda de música sobre el rumbo
que facilitará el recorrido. Toda la gente del pueblo está en espera; correrán
los soldados, la banda entonará lo mejor del repertorio de la música de
San Pedro Zacán y la gente acompañará a las almas-soldaditos en el camino que
mejor les sea señalado. Los soldaditos-almas no se cansan con las carreras, no
se emborrachan con sus licores escogidos, no se llenan nunca con sus comidas
preferidas y se extasían con la música de su agrado”.
E iban
todos los señores y toda la gente al patio del Cazonci muerto, delante sus casas, y sacábanles allí
mucha comida que era del Cazonci muerto,
que habían hecho para entonces; maíz cocido blanco. DE AGUILAR Fray Jerónimo.
“Esto hacían después de enterrar al Cazonci, comer todos y engordar la
tristeza. De la misma manera, toda la gente acompañante de los
soldaditos-almas, comerán los nacatamales
que en casa del difunto han preparado. La gente come y se entristece. Los
soldaditos, antes de hacer sus degustaciones, juegan con la pena, tratando de
borrar todo vestigio de dolor o de tristeza. Entraron por la puerta y salieron
por el solar; en sus carreras han incursionado en la cocina apagando fuegos y
tirando ollas, y, si en el camino encuentran tropiezos: puertas, bancos,
sillas, alambres, escaleras, montones de leña, grupos de gente amotinada,
etcétera, ya por medio de la fuerza, ya por la agilidad, desbaratarán
tales obstáculos, dejándolos, en la mayoría de los casos, inservibles. Después
beben lo que se les ofrece, comen ofrendas y nacatamales y piden alguna melodía de sus predilecciones,
saboreando y gozando el tiempo que es exclusivo de su noche: la Noche de los Fieles Difuntos”.
“Del ejército de almas que pueblan el
tiempo, éste grupo de «soldados de Dios», año con año marcará las rutas que les
fueron negadas en vida a los últimos difuntos y que han regresado para
que los vivos prestemos ayuda en su camino al eterno reposo”, concluye el
investigador.
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